Barbarita:
Yo no sé cuantos años vas a tener cuando puedas leer esta carta y entenderla. Yo sé que ahora tenés cinco, y estarás escuchando Radio Panda, y ayer mamá me contó una cosa que vos le dijiste sobre los libros y los militares.
Mamá me dijo que ella y vos estaban en su casa, y que vos dibujabas, y ella miraba por la tele el programa de un amigo de papá que se llama Fernando. Mamá pensó que vos no estabas atenta al programa (aunque seguro que el título te causó gracia, ¿no Burbu? ¿Cómo le van a poner Cambalache?) Mientras vos dibujabas, Fernando y una amiga de papá que se llama Teté hablaban en la tele de una historia muy rara, que se llama "Golpe de Estado" y de un día, hace muchos años, cuando los militares quemaron los libros. Andrea me dijo que vos le preguntaste:
-Mamá, ¿ése era el país de tu abuela?
-¿Qué?
-Si ese que decía la tele era el país de tu abuela María Luisa.
Mamá se sonrió.
-No, Barbarita -te dijo-, ése era el país cuando yo vivía. Fue hace diez... No, hace veinte años.
-¿Y por qué quemaban los libros?
Mamá te dijo que había gente que le tenía tanto pero tanto miedo a los otros que también tenían miedo de que pensaran solos, y que entonces les quemaban los libros.
-Ah -le dijiste vos, como a Gastón, el de La Bella y la Bestia . A Gastón no le gusta que la Bella lea.
-Claro.
-Pero no se puede vivir sin leer -le dijiste vos a mamá.
Vos todavía no sabés leer y yo me preguntaba; por qué respetabas tanto a los libros. Capaz es por que yo escribí algunos y mamá trabaja en otros aunque...
Barbi, tendrías que odiarlos, porque cuando nos vemos menos es por culpa del trabajo, de los libros. Pero no: los querés.
Mamá me contó que al final le preguntaste:
-¿Y por qué vos no juntaste rápido todos todos los libros para que no los quemaran?
Yo te grabo ahora este casete por lo que me contó mamá y porque hoy se cumple un aniversario del golpe del '76.
Un aniversario, Burbujita, es como un cumpleaños de la Historia. La gente, durante esos cumpleaños se pone alegre o triste; también sirven para que no nos olvidemos de las cosas.
Cuando todo esto pasó yo ya era grande. ¿Sabés qué edad tenía? Dieciséis. Yo estaba trabajando en una radio que se llama Nacional. El Presidente del país era una señora, Isabel, que había estado casada con un general que se llamaba Perón. El General era muy viejito y se murió, y ella quedó en su lugar. Barbarita, es complicado y muy largo contarte todo lo que pasó antes, antes de que esta señora fuera presidente.
De ese que se llamaba Perón yo me acuerdo desde que tenía cinco años, como vos. Una vez yo caminaba con mi mamá, con la abuela Angélica de la mano, y pasamos frente a una comisaría, y ella me dijo:
-Está prohibido decir Perón.
Y yo dije bajito:
-iPerón! -y salí corriendo.
Muchos, muchos, muchísimos años atrás Perón también había sido presidente y aunque la gente lo quería, los militares lo echaron.
Y Perón se fue a España. Vos sabés qué es España, no Barbi? El país de la bandera roja y amarilla, como el azafrán.
A Perón le tenían tanto miedo que no lo dejaban volver. El le mandaba a la gente casetes como este que te estoy grabando, y cartitas, y decían que iba a volver en un avión todo pintado de negro, pero tardaba y tardaba.
El día que al final Perón volvió, más gente de la que te podés imaginar se fue caminando hasta Ezeiza para verlo. Caminando... ¿Viste que es relejos Ezeiza, no?
Yo me acuerdo que miraba por la tele a la gente, cruzando descalza el Río Matanza. Iban a verlo a Perón.
La cuestión, Barbarita, es que en ese país que te cuento todos estaban seguros de que tenían razón. Y estaban tan seguros que querían matar a los demás, a todos los que -para ellos- estaban equivocados.
Yo era un nene, y hasta hace poco tiempo pensaba que, de haber sido más grande en esa época hubiera estado en algún bando de los que estaban seguros. Pero ahora ya no sé.
Lo seguro es que, militar o guerrillero, podía haber estado muerto porque la gente se volvió tan loca que después quisieron matar a los libros.
Iba a decirte que unos mataban para que los demás pudieran vivir mejor, y otros mataban para que nada cambiara, pero no sé realmente si era así.
Ahora que -como decís vos- soy un papá, creo que no sirve matar a nadie para que otros sean felices. Tampoco creo que sea más generoso matar por los demás que matar por uno. Creo que matar no es generoso.
Pero esa parte es más complicada y no sé Burbujita, si lo vas a entender ahora, porque yo no 1o entiendo, y soy un papá.
La cuestión que un día otro general, que se llamaba Videla, se robó la Casa Rosada. No es que se la llevó a otro lado, pero se metió en la casa sin permiso y la sacó a patadas a la señora que se llamaba Isabel.
Acordate que todos creían que tenían razón entonces Videla, uno que era marinero y se llamaba Massera y un aviador que se llamaba Agosti dijeron que ellos tenían más razón que todos, y que teníamos que obedecerlos para siempre.
¿Sabés qué, Bar? Mucha gente estaba contenta: querían hacerles caso.
Entonces ellos pusieron una regla que se llama "estado de sitio", y no se podía salir a la calle después de las diez de la noche, la policía te pedía documentos todo el tiempo, y te llevaban aunque no hubieras hecho nada, por el pelo largo o porque te vestías de tal o cual manera. Ellos decían que tenían razón, y que podían matar a todos los que estaban equivocados.
¿Te acordás aquella obra de los chicos que tocan el saxo que fuimos a ver a La Plaza? Era igual. Pero no prohibieron el saxo, prohibieron casi todo.
¿Y sabés qué? Igual que en la obra, hubo muy muy poquita gente que no les dio bolilla. Y como eran poquitos tenían que verse a las escondidas, con mucho cuidado. Muchísimos se fueron a vivir a algún país menos triste, otros hicieron pozos en el jardín y enterraron los libros para que no se los quemaran.
¿Viste Eduardo? ¿El amigo de papá que vive en Uruguay, el esposo de Helena, el de las tortugas? Bueno, a él le prohibieron un montón de libros. A María Wash, como vos la llamabas cuando eras bebé, también. A un montón de gente.
A otro que también se llamaba Walsh, que papá siempre lee, lo mataron.
Mataron mucha gente, Barbarita, mucha, mucha gente.
También se llevaron muchos bebés, muchos nenes chiquitos. ¿Viste el libro que está escribiendo mamá sobre los mellizos Miara? Bueno, ellos en realidad ellos se llaman Reggiardo-Tolosa y hubo muchos casos así. Mamá te va a contar.
También pasó que, por miedo, mucha gente se empezó a traicionar.
Traicionar quiere decir mentirse, pero es peor porque es mentirse el cariño. Es como si yo mintiera cuando digo que te quiero.
Muchos que no estaban de acuerdo con lo que pasaba igual se callaron la boca, y no hicieron nada para cambiarlo.
¿Viste cuando vos me decís: "iMirá para otro lado !", y escondés algo para hacer magia? Fue igual, pero no era magia, no era una broma, y todos miraban para el otro lado todo el tiempo.
Muy pocos contaban lo que estaba pasando: ningún noticiero, una sola radio que se llama Colonia, casi ninguna revista, un solo diario que se escribe en inglés y que leía poca gente.
Todo era muy raro porque la gente le tenía miedo a los militares, y los militares terminaron teniéndole miedo al pensamiento, que es lo único que no se puede matar.
Entonces aunque mataran, y mataran, siempre iban a perder. Y se enojaban más, y mataban más, y perdían más.
Cuando pasó el tiempo la gente se puso contenta porque los negocios se llenaron de cosas importadas: de juguetitos, de paraguas, de chocolates, y se fueron olvidando de todo.
¿Viste esos billetes que hay en Nueva York, Barbarita? Bueno, eran baratos y hubo mucha gente que viajó a otros lados, y trajo regales, y compraron cosas.
Iban y decían: "Déme dos"
Después eso también pasó y la plata se acabó, y los militares pidieron mucha plata prestada a otros países. A la gente también se le acabó la plata, pero a ellos nadie les prestaba, y entonces alguien se acordó de que a todo el mundo le gusta el fútbol y organizaron un Mundial.
La gente se entretuvo un tiempo pero después se olvidó también y Videla se fue y vino otro que se llamaba Viola y otro más que se llamaba Galtieri.
A estos la gente también les tenía miedo, pero ya era un poquitito menos de miedo que antes y empezaron a protestar en la calle.
Galtieri también tuvo miedo y empezó una guerra.
Es raro, ¿no? Tuvo miedo y se fue a pelear. Pero fue así, Bar.
Aparte él no se fue a la guerra, no le iba a pasar nada.
Galtieri mandó a un montón de chicos jovencitos a pelear contra los ingleses en Malvinas.
Vos sabés qué son las Malvinas. Bueno, hace muchísimos años que la gente quiere que vuelvan a ser argentinas y entonces fueron a la plaza aplaudirlo a Galtieri, sin darse cuenta de que era una trampa.
En la tele le pedían a la gente que diera plata para ayudar a los soldados, y las abuelas regalaron las cadenitas, y las nenas tejieron bufandas en los colegios, y mandaron chocolates, pero a los chicos de la guerra nunca les llegó nada, y se murieron de hambre, y de frío.
Es triste, ¿no? Toda esta historia es muy triste.
Después la guerra se perdió, y Galtieri se fue, y vino otro más, que se llamaba Bignone, pero para ese entonces ya la gente no decía más que los militares tenían razón ni que había que matar a nadie.
Por esa época yo la conocí a mamá, cuando trabajábamos en una radio que se llamaba Belgrano, como el señor que inventó la bandera.
Después también pasó de todo, Barbi.
Pero nunca más murió tanta gente, ni todos se volvieron tan locos, ni quisieron quemar los libros.
Apesar de todo lo que pasó, todavía hay muchas personas que le tienen miedo a la cabeza de los demás, a los juegos, a la imaginación.
Pensá que cada vez que nos reímos con una broma somos más fuertes que los militares. Que cuando vos o yo inventamos un cuento, y después se lo contamos a otro, el cuento se escapa al cielo como un globo cuando se le corta el hilito, y nadie lo puede parar.
Vos le preguntaste a mamá si aquel país del programa de Teté y Fernando era el país de la abuela Maria Luisa, de tu bisabuela.
No, Burbita, era el nuestro, era el país de mamá y el mío, y aunque los dos éramos chicos, fue una lástima que no alcanzaramos a juntar todos todos los libros para que no los quemaran.
Te quiero mucho, mucho.
Papá.
24 de marzo de 1995.
Leído como editorial de RompeCabezas.
Jorge Lanata. Leído como editorial del programa radial RompeCabezas.
Publicado en el libro “Vuelta de página” Ediciones J. L. Y Asociados (1997)
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