martes, 24 de marzo de 2009

24 DE MARZO

Barbarita:

Yo no sé cuantos años vas a tener cuando puedas leer esta carta y entenderla. Yo sé que ahora tenés cinco, y estarás escuchando Radio Panda, y ayer mamá me contó una cosa que vos le dijiste sobre los libros y los militares.
Mamá me dijo que ella y vos estaban en su casa, y que vos dibujabas, y ella miraba por la tele el programa de un amigo de papá que se llama Fernando. Mamá pensó que vos no estabas atenta al programa (aunque seguro que el título te causó gracia, ¿no Burbu? ¿Cómo le van a poner Cambalache?) Mientras vos dibujabas, Fernando y una amiga de papá que se llama Teté hablaban en la tele de una historia muy rara, que se llama "Golpe de Estado" y de un día, hace muchos años, cuando los militares quemaron los libros. Andrea me dijo que vos le preguntaste:
-Mamá, ¿ése era el país de tu abuela?
-¿Qué?
-Si ese que decía la tele era el país de tu abuela María Luisa.
Mamá se sonrió.
-No, Barbarita -te dijo-, ése era el país cuando yo vivía. Fue hace diez... No, hace veinte años.
-¿Y por qué quemaban los libros?
Mamá te dijo que había gente que le tenía tanto pero tanto miedo a los otros que también tenían miedo de que pensaran solos, y que entonces les quemaban los libros.
-Ah -le dijiste vos, como a Gastón, el de La Bella y la Bestia . A Gastón no le gusta que la Bella lea.
-Claro.
-Pero no se puede vivir sin leer -le dijiste vos a mamá.
Vos todavía no sabés leer y yo me preguntaba; por qué respetabas tanto a los libros. Capaz es por que yo escribí algunos y mamá trabaja en otros aunque...
Barbi, tendrías que odiarlos, porque cuando nos vemos menos es por culpa del trabajo, de los libros. Pero no: los querés.
Mamá me contó que al final le preguntaste:
-¿Y por qué vos no juntaste rápido todos todos los libros para que no los quemaran?
Yo te grabo ahora este casete por lo que me contó mamá y porque hoy se cumple un aniversario del golpe del '76.
Un aniversario, Burbujita, es como un cumpleaños de la Historia. La gente, durante esos cumpleaños se pone alegre o triste; también sirven para que no nos olvidemos de las cosas.
Cuando todo esto pasó yo ya era grande. ¿Sabés qué edad tenía? Dieciséis. Yo estaba trabajando en una radio que se llama Nacional. El Presidente del país era una señora, Isabel, que había estado casada con un general que se llamaba Perón. El General era muy viejito y se murió, y ella quedó en su lugar. Barbarita, es complicado y muy largo contarte todo lo que pasó antes, antes de que esta señora fuera presidente.
De ese que se llamaba Perón yo me acuerdo desde que tenía cinco años, como vos. Una vez yo caminaba con mi mamá, con la abuela Angélica de la mano, y pasamos frente a una comisaría, y ella me dijo:
-Está prohibido decir Perón.
Y yo dije bajito:
-iPerón! -y salí corriendo.
Muchos, muchos, muchísimos años atrás Perón también había sido presidente y aunque la gente lo quería, los militares lo echaron.
Y Perón se fue a España. Vos sabés qué es España, no Barbi? El país de la bandera roja y amarilla, como el azafrán.
A Perón le tenían tanto miedo que no lo dejaban volver. El le mandaba a la gente casetes como este que te estoy grabando, y cartitas, y decían que iba a volver en un avión todo pintado de negro, pero tardaba y tardaba.
El día que al final Perón volvió, más gente de la que te podés imaginar se fue caminando hasta Ezeiza para verlo. Caminando... ¿Viste que es relejos Ezeiza, no?
Yo me acuerdo que miraba por la tele a la gente, cruzando descalza el Río Matanza. Iban a verlo a Perón.
La cuestión, Barbarita, es que en ese país que te cuento todos estaban seguros de que tenían razón. Y estaban tan seguros que querían matar a los demás, a todos los que -para ellos- estaban equivocados.
Yo era un nene, y hasta hace poco tiempo pensaba que, de haber sido más grande en esa época hubiera estado en algún bando de los que estaban seguros. Pero ahora ya no sé.
Lo seguro es que, militar o guerrillero, podía haber estado muerto porque la gente se volvió tan loca que después quisieron matar a los libros.
Iba a decirte que unos mataban para que los demás pudieran vivir mejor, y otros mataban para que nada cambiara, pero no sé realmente si era así.
Ahora que -como decís vos- soy un papá, creo que no sirve matar a nadie para que otros sean felices. Tampoco creo que sea más generoso matar por los demás que matar por uno. Creo que matar no es generoso.
Pero esa parte es más complicada y no sé Burbujita, si lo vas a entender ahora, porque yo no 1o entiendo, y soy un papá.
La cuestión que un día otro general, que se llamaba Videla, se robó la Casa Rosada. No es que se la llevó a otro lado, pero se metió en la casa sin permiso y la sacó a patadas a la señora que se llamaba Isabel.
Acordate que todos creían que tenían razón entonces Videla, uno que era marinero y se llamaba Massera y un aviador que se llamaba Agosti dijeron que ellos tenían más razón que todos, y que teníamos que obedecerlos para siempre.
¿Sabés qué, Bar? Mucha gente estaba contenta: querían hacerles caso.
Entonces ellos pusieron una regla que se llama "estado de sitio", y no se podía salir a la calle después de las diez de la noche, la policía te pedía documentos todo el tiempo, y te llevaban aunque no hubieras hecho nada, por el pelo largo o porque te vestías de tal o cual manera. Ellos decían que tenían razón, y que podían matar a todos los que estaban equivocados.
¿Te acordás aquella obra de los chicos que tocan el saxo que fuimos a ver a La Plaza? Era igual. Pero no prohibieron el saxo, prohibieron casi todo.
¿Y sabés qué? Igual que en la obra, hubo muy muy poquita gente que no les dio bolilla. Y como eran poquitos tenían que verse a las escondidas, con mucho cuidado. Muchísimos se fueron a vivir a algún país menos triste, otros hicieron pozos en el jardín y enterraron los libros para que no se los quemaran.
¿Viste Eduardo? ¿El amigo de papá que vive en Uruguay, el esposo de Helena, el de las tortugas? Bueno, a él le prohibieron un montón de libros. A María Wash, como vos la llamabas cuando eras bebé, también. A un montón de gente.
A otro que también se llamaba Walsh, que papá siempre lee, lo mataron.
Mataron mucha gente, Barbarita, mucha, mucha gente.
También se llevaron muchos bebés, muchos nenes chiquitos. ¿Viste el libro que está escribiendo mamá sobre los mellizos Miara? Bueno, ellos en realidad ellos se llaman Reggiardo-Tolosa y hubo muchos casos así. Mamá te va a contar.
También pasó que, por miedo, mucha gente se empezó a traicionar.
Traicionar quiere decir mentirse, pero es peor porque es mentirse el cariño. Es como si yo mintiera cuando digo que te quiero.
Muchos que no estaban de acuerdo con lo que pasaba igual se callaron la boca, y no hicieron nada para cambiarlo.
¿Viste cuando vos me decís: "iMirá para otro lado !", y escondés algo para hacer magia? Fue igual, pero no era magia, no era una broma, y todos miraban para el otro lado todo el tiempo.
Muy pocos contaban lo que estaba pasando: ningún noticiero, una sola radio que se llama Colonia, casi ninguna revista, un solo diario que se escribe en inglés y que leía poca gente.
Todo era muy raro porque la gente le tenía miedo a los militares, y los militares terminaron teniéndole miedo al pensamiento, que es lo único que no se puede matar.
Entonces aunque mataran, y mataran, siempre iban a perder. Y se enojaban más, y mataban más, y perdían más.
Cuando pasó el tiempo la gente se puso contenta porque los negocios se llenaron de cosas importadas: de juguetitos, de paraguas, de chocolates, y se fueron olvidando de todo.
¿Viste esos billetes que hay en Nueva York, Barbarita? Bueno, eran baratos y hubo mucha gente que viajó a otros lados, y trajo regales, y compraron cosas.
Iban y decían: "Déme dos"
Después eso también pasó y la plata se acabó, y los militares pidieron mucha plata prestada a otros países. A la gente también se le acabó la plata, pero a ellos nadie les prestaba, y entonces alguien se acordó de que a todo el mundo le gusta el fútbol y organizaron un Mundial.
La gente se entretuvo un tiempo pero después se olvidó también y Videla se fue y vino otro que se llamaba Viola y otro más que se llamaba Galtieri.
A estos la gente también les tenía miedo, pero ya era un poquitito menos de miedo que antes y empezaron a protestar en la calle.
Galtieri también tuvo miedo y empezó una guerra.
Es raro, ¿no? Tuvo miedo y se fue a pelear. Pero fue así, Bar.
Aparte él no se fue a la guerra, no le iba a pasar nada.
Galtieri mandó a un montón de chicos jovencitos a pelear contra los ingleses en Malvinas.
Vos sabés qué son las Malvinas. Bueno, hace muchísimos años que la gente quiere que vuelvan a ser argentinas y entonces fueron a la plaza aplaudirlo a Galtieri, sin darse cuenta de que era una trampa.
En la tele le pedían a la gente que diera plata para ayudar a los soldados, y las abuelas regalaron las cadenitas, y las nenas tejieron bufandas en los colegios, y mandaron chocolates, pero a los chicos de la guerra nunca les llegó nada, y se murieron de hambre, y de frío.
Es triste, ¿no? Toda esta historia es muy triste.
Después la guerra se perdió, y Galtieri se fue, y vino otro más, que se llamaba Bignone, pero para ese entonces ya la gente no decía más que los militares tenían razón ni que había que matar a nadie.
Por esa época yo la conocí a mamá, cuando trabajábamos en una radio que se llamaba Belgrano, como el señor que inventó la bandera.
Después también pasó de todo, Barbi.
Pero nunca más murió tanta gente, ni todos se volvieron tan locos, ni quisieron quemar los libros.
Apesar de todo lo que pasó, todavía hay muchas personas que le tienen miedo a la cabeza de los demás, a los juegos, a la imaginación.
Pensá que cada vez que nos reímos con una broma somos más fuertes que los militares. Que cuando vos o yo inventamos un cuento, y después se lo contamos a otro, el cuento se escapa al cielo como un globo cuando se le corta el hilito, y nadie lo puede parar.
Vos le preguntaste a mamá si aquel país del programa de Teté y Fernando era el país de la abuela Maria Luisa, de tu bisabuela.
No, Burbita, era el nuestro, era el país de mamá y el mío, y aunque los dos éramos chicos, fue una lástima que no alcanzaramos a juntar todos todos los libros para que no los quemaran.

Te quiero mucho, mucho.
Papá.

24 de marzo de 1995.

Leído como editorial de RompeCabezas.

Jorge Lanata. Leído como editorial del programa radial RompeCabezas.
Publicado en el libro “Vuelta de página” Ediciones J. L. Y Asociados (1997)

miércoles, 11 de marzo de 2009

Sol Pereyra: “Disfruto cuando alguien me dice que le gusta lo que hago”


La voz de “Los Cocineros” vivió por muchos años en General Paz

Por Ivana Viano (Entrevista Exclusiva. Año 2008)*

Actualmente realiza una gira internacional por América junto a la estrella del pop rock latino, Julieta Venegas. En una entrevista exclusiva desde México, Sol Pereyra recuerda junto a La 24 sus años en el barrio. Además, nos adelanta como seguirá su carrera al volver a Córdoba.

Sol con tan sólo 30 años es música y actriz. Es integrante de “Los cocineros” y del grupo de teatro cordobés La Negra, donde se ha desempeñado además como autora y directora. A los diez años comenzó a estudiar teatro y música en Mendoza, su provincia natal. A los trece se mudó a barrio Juniors, donde vivió con su abuela. Y al poco tiempo se trasladó a la calle 24 de septiembre entre Guemes y Lamadrid para pasar gran parte de su adolescencia allí.

Estudió en el “glorioso” Garzón Agulla, como ella lo denomina, y ahí asistió al taller del profesor Jorge Montenegro al mismo tiempo que también tomaba clases de teatro en el barrio. Formó el grupo teatral “La Negra”, con el cual actuó en las plazas de General Paz. También integró “U tembleque” un grupo musical con el cual ensayaba en el barrio. En el colegio conoció a Mara Santucho con quien al pasar los años formaría “Los Cocineros”.

Teniendo en cuenta que sos actriz, dramaturga y música: ¿Cómo unís tus dos pasiones?
Me cuesta separarlas, creo que cuando actúo o escribo lo hago de manera musical y cuando canto o compongo de manera teatral. No me preocupo por separar el teatro de la música, es más, me encanta que se mezclen y creo que ahí voy encontrando la clave de mi identidad artística. Aparte, es lo que me sale, las dos cosas juntas, desde chica.

Hace unos meses Julieta Venegas luego de ver sus videos por Internet la convocó para grabar el unplugged de MTV y acompañar a su grupo en trompeta, cuatro y ukelele por América Latina, México, Estados Unidos y Europa. A pesar de que se encontrará viajando por el mundo hasta fin de año asegura que volverá a Córdoba y seguirá con “Los Cocineros”.

¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te convocó Julieta Venegas?
Fue una sorpresa muy grata. Pero cuando me llamaron no me dijeron quien me estaba convocando, así que escuché un poco de que se trataba la propuesta pero como no sabía si me iba a gustar, ni con quien iba a tocar, dije que lo quería pensar. Al otro día me llamaron para decirme que se trataba de Julieta Venegas y como a mi me gustaban sus canciones y ella como artista me parecía muy interesante y acepté.

En el 2001 junto a su compañera Mara Santucho crean a “Los Cocineros”. “Teníamos ganas de armar algo juntas, pero en principio que fuera teatral, empezamos a juntarnos y nos salió música en lugar de teatro, se ve que tenía que ir por ahí, al poco tiempo lo incorporamos a Alfonso (Barbieri) y ahí le dimos nombre, vestuario e identidad al grupo”.Debutan con el disco “Peras al olmo”, un año después.

El éxito de “Los Cocineros” no tardó en llegar: ¿Creíste que les iba a ir bien en Córdoba y después en todo el país?
Cuando formamos el grupo, disfrutábamos el momento, la verdad no pensábamos que iba a funcionar tan bien, nos iba sorprendiendo poco a poco. Calculo que como nosotros nos divertimos, eso se transmite y a la gente le atrae. Y musicalmente, que son canciones simples, pegadizas, con las que la gente puede cantar y bailar.

Sol, recuerda sus años en General Paz con mucho cariño. Lo define como “un lugar increíble”, donde fue haciéndose de sus “primeras armas artísticas e ideológicas para la vida”.

¿Qué recuerdos tenés del barrio?
La verdad que ha sido un lugar muy significativo para mí. En lo musical recuerdo que alguna vez ensayé en el sótano de una verdulería que estaba en la calle Salto. Hacía poco que tenía mi guitarra eléctrica y me juntaba con unos amigos a tocar temas de Nirvana, Sumo y Los Redondos. La verdad que muchos recuerdos: mis amigos, el colegio, mi adolescencia. Me acuerdo especialmente cuando un amigo, Gerardo, me buscaba con su grabador a pilas con un casette de Palito Ortega y cantábamos. Además, me colgaba del camión de la basura y me iba con los recolectores a pasear en el camión un par de cuadras. A pesar de no vivir actualmente allí, ahí tengo grandes amigos, los primeros que fui haciendo en Córdoba.

La cantante asegura que escribe sus canciones para divertirse, sorprenderme o reírse de lo que le duele. A pesar de que su carrera dio un vuelco increíble prefiere mantener el perfil bajo: “Me pone contenta que algunas cosas se me vayan dando. Los logros para mi son pequeñas conquistas que se consiguen a fuerza de trabajo, pasión y creer en lo que hago. Y como se construye tan de a poco, no me creo lo del éxito ni nada de eso. De todos modos disfruto cuando alguien me dice que le gusta lo que hago”.

¿Cómo sigue tu vida después de que termines la gira con Venegas?
Sigue con Los Cocineros y con ganas de profundizar en otro proyecto musical personal, tengo ganas de probar también hacer otras cosas. También me gustaría seguir cerca del teatro pero ahí tengo que ver cómo y en qué. La verdad que por ahora tengo más claro lo musical.

Explosión inmobiliaria
“No me gusta lo que está pasando, odio que se destruya la memoria y la identidad de los lugares, sobre todo de barrios tan fuertes como General Paz. Me da una profunda tristeza, más al ver que lo que se está construyendo no tiene nada que ver con el lugar, ni con la idiosincrasia de la gente que siempre vivió allí. Una vez más el dinero y la ambición prima ante cualquier otro valor, sobre todo el de preservar la memoria. Para los empresarios la memoria no se mide en plata, por lo tanto no vale nada”.

*Publicada en la revista La 24 (Octubre de 2008)

En Alto General Paz: Brilla un Sol colmado de esperanza



La Asociación Civil Programa del Sol ayuda a personas que tienen problemas con las drogas y a su vez realiza campañas de prevención. De puertas abiertas y con tratamientos ambulatorios intentan eliminar los prejuicios sociales y exigen del Estado respuestas efectivas. Están a favor de la despenalización pero de la mano de políticas que disuadan el consumo y eliminen el narcotráfico.


En la calle Lituania al 2259 tiene sede el Programa del Sol, un centro de tratamiento y prevención del consumo de drogas. Esta Asociación trabaja con adolescentes, jóvenes y adultos brindándole una respuesta terapéutica e integral a las distintas problemáticas que genera la drogadicción.


La institución está formada, desde hace más de 10 años, por profesionales de diversa índole que llevan adelante distintos tipos de dispositivos, de acuerdo a la necesidad y realidad de estas personas, tendientes a lograr que los jóvenes y adultos se sientan contenidos, incluyéndolos y relacionándolos de manera directa con la sociedad. Se genera una ayuda ambulatoria y de puertas abiertas a al comunidad.


El Programa tiene dos grandes campos: el primero es “el asistencial, para brindar una respuesta terapéutica a las personas que tienen problemas relacionados con el consumo. Y por el otro, un área de prevención y promoción del área de la salud, que trabaja a nivel comunitario para favorecer el desarrollo de estrategias preventivas a nivel local de manera participativa”, explicó el Licenciado Mariano Carrizo, coordinador terapéutico.


Tres espacios, tres realidades

A través de actividades deportivas, culturales y sociales, la Asociación genera tres espacios asistenciales, por la mañana trabajan con adolescentes varones, de distintos institutos correccionales de la ciudad de Córdoba. “La derivación no es personal sino que está mediada por el Juzgado de Menores a través de la Subsecretaria de la Mujer, del Niño, Adolescente y la Familia. Así nos llegan muchachitos que entre sus tantos conflictos, por sus condiciones sociales y de vida, consumen de drogas” comentó el coordinador.

Por la tarde, el Programa se aboca a adolescentes, mujeres y varones. “En gran medida los chicos son abusadores, no adictos. Es difícil encontrar un adolescente que sea adicto. Es una categoría que siempre hay que revisar. Son abusadores de las sustancias, no dependientes de ellas, por lo cual tienen mejor pronóstico”, aseguró Carrizo. Pero plantean cierta resistencia al proceso terapéutico, ya que son impulsados generalmente por los padres que son los que detectan el problema. En horario nocturno, se ayuda a jóvenes y adultos dependientes o adictos, que en todos los casos son personas que demandan asistencia de manera voluntaria.


La relación con el barrio

Si bien parte de las etapas de los tratamientos incluyen visitas a los clubes, centros culturales, museos, bibliotecas del barrio, la idea de quienes lo llevan adelante es que la institución sea conocida en General Paz y Pueyrredón. “Hay mucho por hacer y mucho por cambiar. Hay muchas percepciones sobre la temática, estereotipos, prejuicios. El Estado debe ocuparse de regular el narcotráfico y generar políticas públicas para que las personas puedan cambiar su mirada en relación al consumo de drogas. Tenemos que reconocer todo lo que venimos haciendo mal como sociedad para que estos chicos estén totalmente desprotegidos”, concluyó el terapeuta.


Cómo nace el Programa del Sol

Se crea, alrededor de 12 años atrás, de la mano del auge de las comunidades terapéuticas en el país y siguiendo una tendencia mundial que revertía las antiguas formas de tratar la drogadicción. “Es una de las primeras instituciones que se conciben para dar respuesta a este tipo de problemáticas, ya que las estrategias existentes no venían dando resultados. Sobradas muestras de ineficacia dieron terapias como el consultorio individual o la alternativa psiquiátrica aislada”, explicó el coordinador.